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Helada tierra húmeda y nocturna
que pudres en voraces cementerios
las ruinas de los hombres, sus misterios:
jamás me destruirás: iré a una urna.
Bien sé que moriré; pero a luz diurna,
y nunca en tus tristísimos imperios.
No me entierren en esos cautiverios
donde gusano y rata vil se turna.
Añoraré la carne cuando sea
o ceniza cremada o diablo eterno,
o ausencia o servidor en el Averno.
Añoraré esta vida que el Sol crea.
Nutre a rata y gusano con los otros,
tierra inmunda: con ellos, con vosotros.
© Claudio Madaires, de su libro Chaturanga
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