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lunes, 15 de agosto de 2011

EL RELOJ DE LAS LÁGRIMAS DE ARENA

A John Dowland


Hay cosas admirables, Universo,
en muchas de tus vivas creaciones;
aunque Lo Bueno en ti sufra un reverso.

Escucho melancólicas canciones
del siglo XVII; escribo rimas.
De Dowland al laúd hay vibraciones.

Primavera en la tierra, y en las cimas,
nubes de temporal y viento fuerte.
Has mezclado, Universo, mal los climas.

Y has creado la Vida con la Muerte,
¿tal vez porque, Universo, estás muy viejo?
¿Tal vez porque la Antípoda divierte?...

Sin ansia ni egoísmo, así te dejo
con calma confortable, pues mi mundo
es mi sombra del tuyo ante un espejo.

¿Darás sueño sin sueños? Si me fundo
tierra abajo con la materia hermana,
no harás sino mostrarte en lo Profundo.

Angustia, odio, la miseria insana,
los éxtasis del arte y del amor...
He visto cuanto ve la mente humana.

Si otra vida, doble será el dolor.
Tuve, con cuatro décadas, bastante.
Ya no busco consuelo en ti, Hacedor.

Ni el regazo de madre ni de amante
ensuciaré con lágrimas de arena,
cual de reloj quebrado hace un instante.

Hoy pretendo un laúd, para cadena
de una música idéntica a mi verso;
y este imposible es cuanto aún me apena.


© Claudio Madaires



NOTA: Este poema, rimado a la manera del Dante de la Commedia, fue creado mientras oía grabaciones de obras para laúd de John Dowland.

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