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Ete hi hridayamarmacchidah samsârabhâvâ [1]...
¡Ah, levedad intrínseca del ser,
de la esencia doliente de lo humano!
¡Vivir superficial lo cotidiano,
y dormir sin soñar, sin nada ver!
¡Destino! Me haces viejo, ciego, insano,
siempre ansiando lo eterno y sin poder
lo que es mío —mi vida— defender.
Marioneta, dependo de Tu mano.
Tú, Destino, es quien das, manipulando,
quien alzas o derribas sin razón,
si cual niño con títeres jugando.
¡Si al menos yo tuviera la ocasión
de un Juego que no acabe quebrantando
este punto vital del corazón [2]!
© Claudio Madaires (CAGB). De su libro Chaturanga
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[1] Bhavabhûti, Uttararâmacaritam, acto I: «Estas vicisitudes de la existencia quiebran el punto vital del corazón...».
[2] En torno a la palabra «corazón»: Bhavabhûti, en su obra teatral Uttararâmacaritam (Última historia de Rama, o Postrer recorrido de Rama), usa el vocablo sánscrito «hridaya» —«corazón»—, el cual está ligado genéticamente al griego antiguo «kardía» —la «h» por la «k»; la «ri» por la «ar», etc.–, al latín «cor», y, por supuesto —perteneciendo el castellano a la familia aria de lenguas— a la nuestra equivalente. Es, pues, nuestro vocablo «corazón» uno de antiquísima prosapia lingüística.
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